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“Jesús le tendió la mano, y lo sostuvo.”

Una Carta A Los Feligreses En la Ocasión de
Mi Primer Año Como Obispo de San José
Por el Obispo Oscar Cantú

A La Gente Querida de la Diócesis de San José (Obispos Jubilados, Sacerdotes, Diáconos, Religiosas y Religiosos, Líderes Laicos, Parroquianos):

“Ven, le dijo Jesús. Y Pedro, bajando de la barca, comenzó a caminar sobre el agua en dirección a él. Pero, al ver la violencia del viento, tuvo miedo, y como empezaba a hundirse, gritó: ¡Señor, sálvame! En seguida, Jesús le tendió la mano y lo sostuvo, mientras le decía: ¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste?: (Mt. 14:29-32)
El 1o de mayo marcará un año en la Diócesis desde que el Papa Francisco aceptó la jubilación del Obispo P.J. McGrath, y que lo sucedí como el Obispo de San José. Yo había servido de Obispo Coadjutor de San José desde el verano anterior, lo cual me sirvió como introducción a la Diócesis, mientras trabajaba de cerca con el Obispo McGrath por varios meses.

Los últimos dos años han tenido sus desafíos. Sin embargo, al navegar las aguas turbulentas, siempre he sentido sus oraciones y su apoyo, los cuales me han sostenido en los momentos más difíciles y se los agradezco profundamente. Las Escrituras nos dicen que en los tiempos más desafiantes Dios se acerca más a su pueblo. Esta ha sido mi experiencia en los últimos dos años.

Llegué a San José en septiembre del 2018, mientras que el país y el mundo se tambaleaban por el “verano de la vergüenza”, el escándalo por el comportamiento abusivo del (ex cardenal) Theodore McCarrick y otros sacerdotes nombrados en el Informe del Gran Jurado de Pensilvania. El Obispo McGrath decidió tener audiencias para escuchar a la comunidad. Sentimos profundamente la ira justificada que expresaron las víctimas de abuso sexual del clero. Estaba aturdido, profundamente entristecido, e incluso dudé de mi propia capacidad para navegar la Iglesia local en medio de la tormenta de ira y decepción. Me sentí como Pedro hundiéndose en las aguas de un mar turbulento. De repente, sentí la mano segura del Señor que me levantaba, fortaleciéndome y asegurándome su sustento a lo largo del viaje. También sentí sus oraciones y apoyo, por lo cual estoy agradecido.

Ni un mes después de mi llegada a San José, el Obispo McGrath, por desgracia, se lastimó en una caída. Su recuperación (incluyendo una cirugía) tardaría meses, acelerando así mi introducción a la Diócesis y su liderazgo. A través de estos desafíos, la gracia de Dios continuó sosteniéndome, y nuevamente, sentí sus oraciones, apoyo y aliento.

Al prepararme para asumir el gobierno de la Diócesis en mayo, reuní un nuevo equipo de liderazgo para que sirviera como junta consultiva y para que me ayudara a tomar decisiones operativas por el bien de nuestra gente. Conocer el estilo personal de trabajo de cada uno llevaría tiempo, al igual que determinar las necesidades de la Cancillería y la Diócesis. Contratamos una empresa de consultoría para que nos ayudara a evaluar las oportunidades en toda la Diócesis y determinar dónde enfocar nuestra energía y nuestros recursos. Este proceso involucró a muchas personas en toda la Diócesis y resultó útil para aclarar la dirección de la Cancillería.
A principios de este año, mi viaje a Roma, junto con los obispos de nuestra región, para la visita ad limina con el Papa Francisco, fue a la vez memorable y alentadora. Aunque mi equipaje no llegó a Roma hasta unos días después, la visita al Papa Francisco fue oportuna, sustantiva y motivo de esperanza. Nos escuchó atentamente, respondió cuidadosamente y nos expresó su gratitud por confiar en Jesús durante tiempos tumultuosos.

Luego llegó el Coronavirus, ¡y todo cambió! Nuestro personal de la Cancillería, pastores, directores y personal de las parroquias y las escuelas respondieron a la crisis con destreza y firme determinación. Al principio, nuestra meta era mantener a las personas seguras, especialmente las más vulnerables. En segundo lugar, adaptamos nuestro trabajo con los feligreses y estudiantes con medidas de seguridad. Nuestras escuelas se adaptaron, esencialmente durante un fin de semana, adoptando el aprendizaje a distancia. Nuestros pastores y el personal de las parroquias aprendieron rápidamente cómo transmitir misas y devociones en vivo y llevar a cabo en línea la formación de fe, retiros y reuniones. Algunas parroquias comenzaron campañas telefónicas para comunicarse con los feligreses, mientras que otras ofrecieron recursos para la oración y el tiempo en familia en casa. Nuestro Instituto de Liderazgo Ministerial (ILM) continuó sus clases para adultos, ofreciendo sesiones en línea. Con una fuerte disminución en los ingresos en toda la Diócesis, y para asegurar nuestros ministerios esenciales, hemos tenido que tomar decisiones difíciles para reducir los gastos en toda la Diócesis. A través de todo, sigo sintiendo sus oraciones, apoyo y aliento mientras oramos por el fin de esta pandemia y por todos los afectados por esta crisis.

Hace dos meses, fui a mi retiro anual con los obispos del norte de California. Fue un retiro silencioso – y el primer retiro silencioso que había experimentado en muchos años. ¡Era justo lo que necesitaba! Pasar el tiempo reflexionando sobre mi propia vida, mis prioridades, mis preocupaciones e inquietudes, con la oportunidad de volver a priorizar las cosas en un contexto de oración fue muy refrescante. Sentí la mano fuerte y segura del Señor extendiéndome la mano y sosteniéndome. No sospechaba que dos semanas después de ese retiro, enfrentaría la complicada decisión de suspender las Misas públicas en nuestra diócesis. El Señor nos fortalece a su manera para las luchas que enfrentaremos- si sólo confiamos en Él.

Al marcar un año desde que el Señor me convocó a caminar hacia Él en servicio de ustedes, el pueblo de San José, juntos reconocemos que el Señor nos sostiene en tiempos turbulentos. Llamemos a Cristo, y él responderá: “Jesús le tendió la mano, y lo sostuvo”.

Su servidor en Cristo,

+Oscar Cantú