La Iglesia Doméstica:

Un Monasterio Básico, una Escuela de Amor y la Fuente de Vocaciones

 Por Joel de Loera, Director de Vida Familiar y Espiritualidad

“En la familia, ‘que se podría llamar iglesia doméstica’ … La Iglesia es familia de familias, constantemente enriquecida por la vida de todas las iglesias domésticas. Por lo tanto, «en virtud del sacramento del matrimonio cada familia se convierte, a todos los efectos, en un bien para la Iglesia. En esta perspectiva, ciertamente también será un don valioso, para el hoy de la Iglesia, considerar la reciprocidad entre familia e Iglesia: la Iglesia es un bien para la familia, la familia es un bien para la Iglesia. Custodiar este don sacramental del Señor corresponde no sólo a la familia individualmente sino a toda la comunidad cristiana.”

(Papa Francisco, Amoris Laetitia 86-88)

La unión es la clave que desata la riqueza de la vida familiar.

¿Cómo es la vida familiar desde una perspectiva católica? Me gusta usar la imagen de un monasterio o un convento para tratar de comprender la vocación de la iglesia doméstica. Hay muchas similitudes. Los conventos y monasterios son comunidades de fe donde los monjes y monjas, hermanos y hermanas, viven bajo la guía y el liderazgo servicial de un superior, abad o abadesa. Rezan, comen, trabajan y tienen tiempo libre juntos. Aprenden a ser pacientes unos con otros, a practicar el perdón y a crecer en su amor por Dios y entre ellos. En la iglesia doméstica, los padres son los “superiores” que brindan liderazgo y orientación a sus hijos. Y al igual que esos monjes y monjas, se alienta a las familias a comer, rezar, hacer tareas, divertirse y crecer en su conocimiento y amor por Dios juntos. Las familias en cuarentena tienen la oportunidad de relacionarse de alguna manera con los monjes y monjas enclaustrados, ya que no podemos salir de nuestras casas a menos que sea para lo esencial. Este es un momento para redescubrir cómo la “unión” desata la riqueza inagotable de la vida familiar.

Desafortunadamente, es mucho más difícil para la familia moderna disfrutar de su tiempo juntos y crecer espiritualmente. Hay muchos obstáculos que impiden que la familia moderna realice todo su potencial y cumpla su misión. Algunos de estos obstáculos, como el trabajo y el cuidado de un familiar enfermo, son difíciles de superar, mientras que otros tienen que ver con comportamientos y actitudes que deben cambiar. Para muchas familias, este tiempo de cuarentena puede ser un tiempo de reflexión, conversión y esperanza. Después de todo, cuarentena y “cuaresma” provienen de la misma palabra, “cuarenta”, y cuarenta es un número bíblico que nos invita a una relación más profunda con Dios durante un período de tentación y prueba. Así como Jesús se fue al desierto durante cuarenta días para prepararse para su misión a través de la oración y el ayuno, las familias pueden usar este tiempo para orar y ayunar de los comportamientos y actitudes que les impiden crecer en el amor. La clave es comenzar a pasar más tiempo juntos: orar, jugar, compartir una comida, hablar sobre vocaciones y simplemente abrazarse en el abrazo amoroso de Dios.

La escuela del amor y la fuente de las vocaciones

El hogar cristiano es una escuela de amor: es donde sus alumnos deben experimentar por primera vez el amor palpable de Dios Padre, fomentar una relación íntima con Jesús y aprender a invocar al Espíritu Santo a lo largo de sus vidas. Hay muchas maneras en que los niños pueden experimentar el amor incondicional de Dios por ellos, pero la principal debe ser el amor que sus padres encarnan e irradian a través de su ejemplo. La iglesia doméstica es también una escuela de discernimiento. Los padres tienen el deber de ayudar a sus hijos a discernir su vocación, no decidir por ellos. A través de su ejemplo y testimonio vivo de su fe, se convierten en guías espirituales de sus hijos.

¿Por qué sufrimos de una falta de vocaciones sacerdotales? Porque las familias no se dan cuenta de que son la fuente de las vocaciones. El hogar es donde todo comienza. Me atrevo a decir que si todos tuviéramos una vida familiar más fuerte, veríamos un aumento en vocaciones fructíferas. Cuando la formación espiritual y catequética es débil o inexistente en el hogar, los niños tienden a perder su interés en la religión a medida que crecen. La rigidez también lleva a los niños a abandonar su fe como adultos. Debe haber un equilibrio en cómo los padres presentan el amor y la verdad de Dios a nuestros hijos. Esto requiere tiempo, práctica y mucha paciencia.

Intencionalidad y autodisciplina

Desde que nos casamos, hemos tenido la intención de pasar tiempo de calidad juntos. Para nosotros, esto siempre ha sido crucial para tener un matrimonio próspero. Hoy, como padres de seis hijos hermosos y extremadamente hiperactivos, es mucho más difícil encontrar el tiempo y la energía para seguir alimentando nuestra vida matrimonial y familiar. Como todas las familias, tenemos nuestros altibajos. Una cosa que nos ha ayudado a ser más disciplinados es un horario de oración familiar y rituales sagrados. Tratamos de mantener una rutina semanal que nos ayuda a mantenernos enfocados en las cosas que más nos importan: Dios y familia. Nos responsabilizamos mutuamente. Nuestro horario semanal nos ayuda a mantener el ritmo a medida que los días y las horas se santifican a través de nuestra vida de oración, el trabajo y las experiencias de fe compartidas de nuestra familia. Alentamos a cada familia a identificar ciertos momentos y días en que todos se unen para rezar y compartir otras experiencias.

Aquí está un horario tentativo semanal que como familia desarrollamos. Este horario no está escrito en piedra, sino que servirá como guía para nuestro horario diario. Siéntase libre de usarlo también como guía para su familia. Que este tiempo de cuarentena sea un tiempo para que la iglesia doméstica crezca en su fe y amor por Dios y por los demás.


 

Joel de Loera es el Director de Vida Familiar y Espiritualidad de la Diócesis de San José. También es Director Asociado de la Oficina de Formación de Fe. Está felizmente casado con Nora. Han sido bendecidos con seis hijos (hasta ahora). Joel tiene una Licenciatura en Estudios Teológicos y una Maestría en Teología Pastoral, ambos de St. Joseph’s College en Maine. Joel tiene más de diez años de experiencia trabajando para la Iglesia y ha servido en diferentes capacidades: como Gerente de Casos de Family Hope en Caridades Católicas y Ministro de Jóvenes para la Arquidiócesis de Oklahoma City y como Director de Formación de Fe para la Diócesis de Fort Worth. Ha viajado por los Estados Unidos y otros países compartiendo la Buena Nueva de Jesucristo y liderando retiros espirituales. Le gusta escribir sobre su fe y sus experiencias familiares. Habla con fluidez inglés y español. Joel está aquí para apoyar y servir como un recurso para los párrocos y parroquias. También espera alentar y fortalecer la vida matrimonial y familiar dentro de la iglesia doméstica a través de su ministerio diocesano.

Información del Director:
Joel de Loera
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